¿Qué tan innovadores y emprendedores somos los chilenos? Esa es la pregunta que se plantearon en el Foro Innovación, Feedback, Procorp antes de lanzar la segunda versión del Índice Nacional de Actitud Innovadora y Emprendedora, estudio que mide la predisposición y las habilidades necesarias para innovar y emprender en el país en tres dimensiones: cognitiva, valórica y relacional.
Los resultados revelan varias tendencias sobre el desarrollo del ecosistema emprendedor local y también, una baja en las cifras respecto del año anterior. Si en 2023 el indicador fue de 63,7, este año registró un 61,8. Es importante considerar que para elaborar este índice se consideran tres componentes en la actitud hacia el emprendimiento y la innovación: cognitivo, valórico y relacional. Los dos primeros mostraron una disminución, mientras que el tercero fue el único al alza.
No cabe duda de que el ecosistema emprendedor chileno ha crecido con fuerza en los últimos años, pero tampoco podemos obviar que las condiciones económicas y sociales han dificultado el panorama para muchas personas.
El ámbito cognitivo incluye aprendizaje, asociación y experimentación, mientras que el valórico se enfoca en la disposición al cambio, propensión al riesgo y perseverancia. En estos aspectos vemos una desaceleración, ya que ante la pregunta “¿Cómo se definiría usted respecto a la innovación?”, un 44,3% se definió como una persona “algo innovadora”, un 30,3% como “innovador” y un 25,6% como alguien “poco innovador”.
Aunque es cierto que el espíritu emprendedor se gatilla por una inquietud individual que obedece a las características propias de cada persona, también es un hecho que ese proyecto se verá más fortalecido y contará con mayores probabilidades de éxito si cuenta con apoyo externo y un ecosistema capaz de acogerlo. Por eso es importante el aumento de los indicadores de colaboración (43,7 a 44,1 en 2024), red de relaciones (51,3 a 52,6) y confianza (54,5 a 54,6), ya que proporcionan acceso a una comunidad de expertos, mentores y otros emprendedores que pueden ofrecer orientación, compartir experiencias y brindar apoyo estratégico para el crecimiento de los nuevos negocios.
En la misma línea, también es fundamental el rol que cumplen los hubs como espacios de articulación e impulso a los proyectos, que muchas veces cuentan con muy buenas ideas de negocio, pero carecen de los contactos o de la gestión necesaria para convertir esas ideas en soluciones escalables para las empresas, los usuarios y la comunidad.
En cuanto a desafíos, el índice nos señala que tenemos una deuda pendiente en cuanto a la difusión de contenidos de utilidad para los emprendedores. Ante la pregunta “¿Cuán informado está sobre temas de innovación?”, un 52% declaró tener información general, mientras que un 25% dijo tener poca información. Sólo un 14% aseguró contar con datos suficientes, pero un 8% dice no tener nada.
No cabe duda de que el ecosistema emprendedor chileno ha crecido con fuerza en los últimos años, pero tampoco podemos obviar que las condiciones económicas y sociales han dificultado el panorama para muchas personas. Por eso, los esfuerzos deben ir enfocados en disminuir el temor al fracaso e impulsar el acceso a recursos y redes de apoyo que fomenten una conducta perseverante, una actitud más favorable a tomar riesgos y una mayor adaptabilidad al cambio. Cuando las personas pueden manejar su miedo son más capaces de experimentar, y cuando colaboran entre sí, es más probable que surjan proyectos viables en el tiempo y se dé paso a una cultura de retroalimentación innovadora. Más allá de los resultados de este índice, lo importante es qué hacemos con ellos y cómo seguimos avanzando hacia el futuro.