‘…la transferencia de conocimiento es un proceso que combina serendipia con dirigismo, e iluminación creativa con trabajo perseverante, y se nutre de la calidad de los intervinientes y de la densidad y fluidez de sus conexiones…’.
La creación de valor en el siglo XXI se concentra, de manera creciente, en la transferencia de conocimiento, desde los lugares en que este se genera hacia aquellos en los que se desarrollan sus aplicaciones. Algunas de estas últimas se transforman luego en innovaciones generadoras de riqueza, que posteriormente se incorporan al conjunto de bienes y servicios disponibles para la población mediante empresas que los producen en mercados competitivos. Ese ciclo, reiterado en el tiempo, genera el anhelado desarrollo económico.
Sin embargo, el conocimiento no fluye necesariamente desde la investigación a la empresa de manera lineal, sino de formas mucho más interconectadas, en un ecosistema en el que participan todas las instituciones involucradas en los procesos mencionados anteriormente. Tanto el conocimiento salido del laboratorio puede impactar económicamente a la sociedad, mediante innovaciones disruptivas producidas por empresas que lo empaquetan e introducen a sus bienes y servicios, como la resolución de problemas de diseño o funcionalidad de estos puede dar lugar a interesantes problemas a investigar en el laboratorio. Pero, además, también pueden darse todas las combinaciones intermedias imaginables. Así, la transferencia de conocimiento es un proceso que combina serendipia con dirigismo, e iluminación creativa con trabajo perseverante, y se nutre de la calidad de los intervinientes y de la densidad y fluidez de sus conexiones.
Los países destinan crecientes porcentajes de su PIB a la investigación y desarrollo de conocimiento —tanto el generado por curiosidad como el motivado por sus aplicaciones, ya que ambos se combinan virtuosamente de maneras no anticipables — y esperan que ello se traduzca en un importante impacto económico futuro, que justifique con creces lo invertido en generarlo. En ese escenario, el eslabón más difícil de conectar es el de las universidades con las empresas, porque quienes participan en esas instituciones tienen motivaciones no siempre coincidentes, y, además, manejan un lenguaje descriptivo y hacen distinciones conceptuales, propias de sus quehaceres, de baja intersección común; adicionalmente, operan con distintas escalas en sus tiempos y urgencias.
Eso genera una distancia entre la universidad y la empresa cuya brecha se hace necesario cerrar, si es que se desea que el impacto económico de la investigación se concrete. Pero no basta con enunciar esa voluntad. Se requiere construir caminos para lograrlo. Por esa razón, el Estado chileno, primero a través de Corfo y luego por medio de la Anid, ha creado organizaciones de universidades que buscan, precisamente, conectar las investigaciones de las universidades —normalmente en etapas más tempranas que las comerciales— con las empresas que las podrían transformar en impacto económico, y, recíprocamente, que los requerimientos de investigación que las empresas detecten puedan encontrar soluciones en los laboratorios de esas universidades. Asimismo, el Estado las ha apoyado financieramente, mediante convenios de desempeño. Hubtec es una de esas organizaciones.
El esfuerzo de conexión que Hubtec ha estado desplegando se orienta en distintas direcciones. Por una parte, selecciona investigaciones prometedoras y las apoya en su camino hacia el impacto económico, conectándolas con empresas interesadas, enfocándose en resolver las distancias recién mencionadas, actuando de ‘honestbroker’, dando confianza a ambas partes, traduciendo los lenguajes dispares, alineando los intereses, y, de esa manera, enhebrando los hilos que van cerrando esas brechas. Por otra, se acerca a las empresas para mostrarles las opciones que las universidades les ofrecen para resolver sus problemas, construye catastros de investigadores y capacidades disponibles, y ayuda a que sus ejecutivos puedan comprender lo que ocurre en el ámbito universitario. También, busca conectarse con otras experiencias en el mundo que sirvan a este esfuerzo, y a mirar la propiedad intelectual desde una perspectiva amplia —que incluya a las patentes, pero no solo a las patentes—, acorde con la evolución que esa temática está teniendo.
Cerrar las brechas universidad-empresa no es sencillo, porque inicialmente los resultados no llegan con la rapidez esperada. Pero la perseverancia, el permanente ajuste de las estrategias y los incrementales logros que se van generando, producen una eventual aceleración del proceso, que luego es capaz de retroalimentarse de manera permanente, hasta que el intermediario se hace innecesario. Así, aunque resulte paradójico, si este finalmente desaparece, es porque fue exitoso.
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